Porque las locuras rodean nuestra vida, nos persiguen, nos invitan a arriesgarnos, nos suben la adrenalina,
nos hacen arrepentirnos... ¡¡Haz un riconcito a las locuras!!

lunes, 27 de abril de 2009

Cuando todo se ve de color negro


Primero fueron las vacas locas, luego la gripe del pollo y ahora, la gripe porcina. ¿Cuál será la siguiente epidemia de la que nos avisen? Quizá del catarro del perro, las migrañas de los caballos o el asma de los peces. Vete tú a saber. Ya da miedo comer hasta lechuga porque igual la pobre tiene estrés. Tendremos que cambiar nuestras costumbres alimenticias. CAMBIO. Bendita palabra. Últimamente está de moda. El cambio del que presume Patxi López y su amigo Basagoiti. El cambio climático. Un cambio de vida, y también un cambio, o mejor dicho, cambioS en la empresa en la que trabajo. El caso es que de tanto oír la maldita palabra la estoy cogiendo manía y esta semana he empezado a verlo todo negro. Muy negro.
Hoy mi jefe ha dicho una frase bastante absurda al comenzar su discurso: Sólo a los niños les gusta que les cambien. Y la verdad es que los cambios, a mí, concretamente, me aterrorizan. Yo soy de las que piensan eso de mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer.Aunque también es verdad que las veces que he cambiado algo en mi vida ha sido siempre para mejor. Me pasó con el trabajo y también hace unos años con el novio, las amigas... ¿Alguna vez la habéis cagado con algún cambio o has habéis arrepentido de cambiar en algún momento? Los cambios físicos no cuentan porque esos, generalmente, se producen inconscientemente (a no ser que tengas dinero para darte un repasito en el quirófano).

domingo, 19 de abril de 2009

Bicho Bola


No se como ha pasado, pero el hecho es que ha sucedido. Fue de la noche a la mañana. Un día me levanté de la cama y vi que mis piernas se habían convertido en dos patas. No recuerdo si fue doloroso o no el proceso de crecimiento de cinco patas más al rededor de mi cuerpo. Todo fue muy rápido. Si os digo la verdad, me preocupé. Podéis llamarme alarmista, hipocondríaca, pero lo hice. Aún así, no fui al médico. Pensé que se pasaría solo. Como el catarro o la gripe. Pero no ha sido así.
Han tenido que hacerme pantalones especiales para mis siete patas. Camisetas, chaquetas y demás se han quedado obsoletas con tantas ramificaciones de mi cuerpo. Comprar zapatos es una tarea más que difícil, tengo que comprarme 3 pares iguales y siempre hay un zapato que me sobra. Me falta o me sobra una pierna (Dios es cruel). Mi piel empezó a oscurecer. Comenzaron a gustarme los lugares más húmedos. Y cuando me sentía amenazada, o tenía miedo, me enroscaba y me convertía en una bola.
Volví a asustarme, pero como tengo alergia al médico desde que me diagnosticaron sarna cuando en realidad lo que tenía era una alergia, me puse a investigar sobre qué me pasaba en Internet. Acudí al lugar más sabio y a su vez más recurrido de la red, la Wikipedia.
Al parecer, según esta bitácora me estaba convirtiendo en una Cochinilla de humedad. El nombre de por sí se las trae. Cochinilla de humedad. Joder, ya empezábamos mal. Como le gusta a la gente recurrir al insulto fácil. Seguí leyendo: son un suborden de crustáceos isópodos terrestres con unas 3.000 especies descritas. Tienen un exoesqueleto rígido, segmentado y calcáreo, y poseen siete pares de patas. También se las conoce como chanchitos de tierra, keka o marranito.
..... Muy buena explicación. En ese momento lo tenía todo.... ¿mucho más claro? Cerré la página web. Entoncés el estómago comenzó a rugir. Sólo hacía dos horas que había comido un buen plato de carne asada con sus patatas fritas. Pero mi barriga no mostraba síntomas de ir a rendirse. Cedí y mientras me llevaba un trozo de pan a la boca me di cuenta, me he convertido en un bicho bola.

martes, 7 de abril de 2009

El día que vi una rata en pleno centro


El otro día volví a pasar por allí. Calle Iparraguirre. 15.30 horas aproximadamente. Un día cualquiera del lluvioso invierno de este año. Después de reyes. Iba con prisa, como siempre. Los Magos de Oriente habían dejado unos zapatos como regalo para mi aita. Pero le quedaban grandes y tuve que ir a cambiarlos. De repente, la señora que iba delante de mí pega un salto hacia la izquierda y grita. Yo, que siempre voy enchufada a la música del móvil, no me entero muy bien de qué pasa hasta que lo veo. Una rata como un caballo de grande. Qué digo como un caballo, era como un elefante, mucho más ágil y rápida, pero casi como un elefante. Vamos, una rata de Bilbao, la hostia. "¡Qué asco!", pensé mientras veía como el sucio monstruo de cuatro patas se zambullía del jaleo en busca de un lugar más oscuro donde esconderse. Seguí caminando hacia el metro. No es que fuese una gran anécdota pero una urbanita como yo aún se sorprende de que en pleno siglo XXI se puedan ver ratas como elefantes en las calles más chic de la ciudad. Indignada por lo que había visto se lo cuento a mis compañeros. ¿Creéis que compartieron mi indignación? Que va, se limitaron a reírse de mi comparación de tamaños (ratas y elefantes) y no pararon de bromear en toda la tarde. Acabé riéndome con ellos y al final la anécdota me pareció una chorrada. Cuento esto porque el otro día pase por la calle. No era la misma hora. Ni siquiera la misma estación del año. Pero el recuerdo de la rata, como corría por esa zona... se me ha quedado grabado.

jueves, 2 de abril de 2009

1, 2, 3, 14.000!!!!!!!

No, no es que me haya equivocado cantando al cantar la famoso canción de U2, es que esta mañana he tenido que contar hasta 14.000 para no estallar de ira. Si os digo que lo que os voy a contar ha sucedido en un ambulatorio de Osakidetza, entenderéis lo de la ira. Pero no ha sido provocada por los trabajadores de este recinto donde se practica la medicina. Después de la consulta del médico y si éste te pide volver a al cabo de unos meses, tienes que bajar a la recepción y pedir una cita. Hasta ahí todo normal.
El caso es que ahora conseguir una fecha es como ir a la charcutería, hay que coger un número. Cuando he salido de la consulta, con la alegría de haber salido un cuarto de hora antes de lo previsto, he llegado a la recepción para coger mi numerito, me he encontrado con que yo tenía el 91 y el marcador aún iba por el 66. Me ha entrado un bajón... He mirado a mi alrededor y el panorama era cuanto menos terrorífico. La sala, con no más de 10 sillas, estaba llena de... efectivamente, personas mayores. El caso es que me he sentado, decepcionada, en una de las sillas libres. Y para mis desgracia, a mi lado ha tomado asiento una señora que no callaba. Que si "me han operado del ojo". Que si el oculista "casi me deja ciega"...
Como yo no la hacía caso, se ha puesto a contar su apasionante historia a otra pobre señora que estaba sentada a su derecha. "Fíjate, me estaba dando unas gotas, y yo no puedo echarme gotas, que me escuecen mucho los ojos"..."A mí también me ha pasado algo parecido", ha empezado a decir la otra señora, que por cierto daba un poco de miedo porque tenía un ojo de cristal (no sé si habéis visto Los Otros, pero se parecía a la médium que sale al final), comenzando así una conversación apasionante entre dos mujeres que han pasado por una situación similar, con (al parecer) el mismo médico. Haciendo caso omiso al cartel de Silencio, por favor, han proseguido: "Pues a mí llegaron a abrirme el ojo y me dieron puntos y todo" ¡¡¡Y a mí que me importa!!! "Yo no quiero tener que imaginarme su ojo abierto señora", me han dado ganas de gritarle. Porque no os hacéis una idea de lo molesto que es tener que estar esperando 30 turnos, sin ni siquiera poder leer un libro a gusto.
Esto me ha hecho pensar sobre la mierda de sistemas que tenemos funcionando aquí, donde muchas personas que dolores tienen que esperar que pasen 30 turnos por delante para poder pedir una cita con el médico que encima será para 3 ó 4 meses más tarde. Así que, si os ponéis enfermas, o tenéis que visitar a algún especialista por el motivo que sea, un consejo, paciencia y contar hasta 14.000.

miércoles, 1 de abril de 2009

Me bajo los pantalones

Hace unos días os conté que me habían desafíado a comprobar si era capaz de tocarme la rariz con el pie. Tras comprobar que puedo, pero eso sí, bajando un poco la cabeza para llegar, yo misma (alentada por Irantzu, que suele escribir comentarios en mi rinconcito) reté a esa personita rubia de mala leche de la que hablaba, desde este mismo espacio, a hacer una demostración.
Pues lo hizo. Y ahora, llegados a este punto, no me queda más remedio que bajarme los pantalones. Sí, y lo hago sin ningún tipo de vergüenza. ¿por qué? Porque una habilidad como ésta se merece un post. O dos si son pequeños. Así que un aplauso para ti bonita, y que Dios, Alá o quien sea te conserve esta tan valiosísima cualidad de la que seguro tu marido se congratula. Como ya había escrito alguna vez, la agilidad y la edad no están reñidas.