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martes, 7 de septiembre de 2010

El hechizo de la ganga


Es curioso el comportamiento del ser humano. Al menos del ser humano tipo, y más si se trata de sexo femenino. Y no me refiero al comportamiento en general, que también daría para más de un post sino al que se despierta dentro de nuestro propio cuerpo cuando escuchamos la palabra mágica. Una palabra mágica en concreto: oferta. Bueno, vale, acepto más sinónimos como animal de compañía: rebaja, descuento, promoción... En nuestra cabecita se enciende instantáneamente una luz intermitente en la que se podría leer: "comprate algo" encendiéndose y apagándose cada 2 segundos.
Da igual el tipo de tienda en el que lo veamos, si lo que tienen en el interior podría servirnos, no dudamos ni un momento en cruzar el umbral. Rebuscamos y rebuscamos la mejor rebaja. La ganga. El mejor precio. Da igual que nunca hayas comprado una minifalda, "Si sólo cuesta 6 euros... alguna vez tendría que ser la primera", pensamos, y nos aferramos a la prenda como si fuera la única que ha sobrevivido a un bomba nuclear.
¿Qué el jersey rojo que tenemos delante es dos tallas más grandes? Qué más da, si sólo cuesta 3 euros, "seguro que le vale a mi madre y, sino, para estar en casa, tiene pinta de ser calentito..." y cae a la bolsa de la compra. Igual que ese traje infantil de tres piezas que de costar 26 euros ahora marca 8. "Se lo puedo regalar a alguna amiga con hijos para reyes".
Es el hechizo de la ganga. Una nueva forma de hacernos caer en la tentación de comprar cosas que realmente no necesitamos. Y es que parece que dejar en la tienda, colgado en una percha, una buena prenda que está a un precio increíble cuesta mucho. Es como encontrar un vestido Custo por 10 euros justo en tu talla. ¿Lo de dejarías ahí? Aunque no lo necesites, aprovechas tu buena suerte. Y todas, quien más o quien menos, lo hemos hecho alguna vez. No nos engañemos.
Los precios bajos, nos atraen. Y más cuando la prenda es buena.
Por eso, yo he tomado una decisión. En las rebajas, nunca pienso en lo que me he gastado. Pienso en lo que me he ahorrado. Una forma positiva de que ni yo, ni mi chico, ni mi cartera suframos. El otro día sin ir más lejos me ahorré 52 euros en un vestido precioso de Laga, que de los 70 euros lo habían rebajado a 18. No podía dejarlo escapar. "Y si a mi no vale, alguien lo aprovechará".

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